viernes, 25 de abril de 2014

Me sentía totalmente abatida. Perdida. Mientras me hablaba mi tío Ángel, pensaba que mi vida era un desastre, una farsa. En realidad yo no había sido más que un títere de todos. Mi vida era una locura, una pesadilla. ¿Qué les había hecho yo para que me hubieran tratado así?

 -Todas las mujeres de la familia no llegan a los cincuenta años –me decía mi tío-. Una enfermedad neuronal degenerativa acaba con ellas...

No quería seguir escuchándolo. Miré al cielo, que se estaba empezando a encapotar, y sopló un fuerte viento en ese instante. Qué hermoso es el mundo, pensé, qué bonito podía ser todo...

No quería seguir escuchándolo, pero sus palabras retumbaban en mi cabeza.

-Tienes que confiar en mí-. Me insistió mi tío Ángel aproximándose de forma cautelosa a mí –Estoy aquí para ayudarte, pero no podré hacerlo si no me dejas. Necesito saber qué contiene ese USB.

-Fotos que demuestran las infidelidades de Carlos.

-¡Alba!

Mis dudas estaban desesperando a mi tío, que a pesar de todo me trataba con un cariño exquisito. Era el momento de la verdad, de decidir si confiaba en él, de arriesgarme a que también mi tío fuera un traidor. Era mucho lo que me jugaba, pero estaba acorralada y me sentía rendida. Debía actuar para terminar con aquella pesadilla, retirar esa soga que me asfixiaba lentamente.

Me lo pensé todavía un poco más, ante la impaciencia de Ángel, pero al fin me decidí.

-Está bien. No imaginas lo que me cuesta esto. Por favor, no me falles, tío.

-Confía en mí, Alba. ¡Ánimo!

-Muy bien.

La cara de mi tío se convirtió en un poema mientras le iba relatando cada uno de los detalles de aquel pincho de memoria. A Ángel no le llegaba la camisa al cuello. Estaba a punto de decir algo, algo que me demostraría hasta qué punto estaba de mi lado, pero de nuevo el destino me tenía guardada una terrible sorpresa.

De repente se escuchó el sonido de un vehículo aparcando en el exterior. El motor se silenció y sentimos pasos que se aproximaban. Ángel comenzó a frotarse las manos con el pantalón y varias gotas de sudor atravesaron los surcos de su frente. Su ansiedad se incrementaba por conocer el contenido del USB, ya que apenas habíamos rascado en la superficie, y mi instinto me dijo que aguardara unos momentos, que algo iba a suceder.

La puerta fue franqueada por Valeria y Carlos, que, con determinación, se dirigieron a nosotros, con una mirada cómplice que se cruzó con la de Ángel, pero que capté para mi desgracia. ¿Podía confiar en alguien? Mi corazón comenzó a palpitar vertiginosamente, y me distancié con celeridad de aquel entorno familiar enfermizo y envenenado. El turbio ambiente me ahogaba, así que salí apresuradamente al porche, pero Ángel me detuvo con firmeza, con un brillo irreconocible en sus ojos, como si tuviesen fuego y me quemaran. Y ese brillo mató mi ingenuidad para siempre.

Carlos, en actitud amenazante, mostró un pequeño revólver, mientras Valeria avanzaba con la frialdad propia de un psicópata a punto de degollar a su víctima, como si todo estuviera bajo su control. Valeria había dejado de ser la complaciente sirvienta que había conocido toda mi vida, era un ser diferente a quien recordaba en mi infancia en El Refugio.

-Mátalo-. Ordenó Valeria con mirada glacial, y ante mi sorpresa, Carlos levantó su arma dispuesto a obedecer su orden.

-¡No!-. Me interpuse de forma instintiva, convirtiéndome en un peligroso escudo humano.

-¡Ya basta, niña!-. Me reprendió la antigua criada –Es hora de que conozcas toda la verdad sobre tu madre y sobre la enfermedad neuronal que arrastra tu estirpe, tienes derecho a saber  lo que tu hermano Juan trató de contarte antes de morir. Verás…

Un disparo seco irrumpió estrepitosamente en la escena, precediendo al desplome del cuerpo de Valeria, ante mi atónita mirada. Carlos la había asesinado a sangre fría. Un intenso olor a pólvora invadió la estancia, abrasando mi garganta.

-Buen trabajo, muchacho-. Lo felicitó mi tío –Es mejor que Alba nunca lo sepa.

-Siempre a sus órdenes, señor.

-¡Carlos! ¡Tío Ángel! ¿Qué está ocurriendo?

Mi cabeza estaba a punto de explotar, me sentía incapaz de asimilar y aceptar todo lo que sucedía a mi alrededor. Después de todo, mi tío parecía ser el cerebro de toda la trama, y me había desposeído de una vida que ya no me pertenecía… y en unos pocos días. En compañía de mi todavía marido, se dispuso a marcharse. Mi madre, no sé si la verdadera o no, pero a la que siempre había llamado como tal, la misma que le había dado mi bolso con el USB a Carlos, los esperaba en un elegante coche de gama alta.

-No puedo decirte nada, Alba. Sólo quiero que sepas que todo lo que hicimos fue por ti. Valeria y tu hermano estaban a punto de echarlo todo a perder. Hay verdades que es mejor que nunca salgan a la luz. –Carlos mantuvo mi mirada de forma comprensiva, como si hablase con una niña, pero sus ojos lo delataban, acababa de matar a un ser humano a bocajarro, y su semblante dibujaba los rasgos duros y rígidos, como una máscara que encarnaba el mal.

-¡Maldita sea! ¿Qué está pasando?

-Déjalo, sobrina, es mejor así.

-¿Y el USB? ¿Acaso ya no te interesa?

-Sabemos de sobra lo que contiene ese USB, sólo queríamos probar tu lealtad, y me la demostraste al interponerte entre mí y la pistola. Créeme, es mejor que ciertas cosas nunca se sepan. No olvides cuidarte, ya sabes que tu salud es frágil.

Al ver a mi madre a lo lejos, dudé de si era ella o Valeria quienes llevaban en sus genes la terrible enfermedad, y de nuevo me sumergí en un mar de dudas y desazón.

Completamente sobrepasada por los acontecimientos, observé cómo Carlos y Ángel se alejaban junto a mi madre en aquel coche de lujo, llevándose el secreto de mi origen para siempre, y quedándome con una información que nadie en su sano juicio desvelaría jamás.


FIN

Jorge David Alonso Curiel
Dioni Arroyo Merino
Juan Martín Salamanca
Gloria Rivas Muriel


Autor REDLATO CULTURATIC-FLV Fecha 21:48 Propón continuaciones

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