A Zaqueo le encantaba disfrazarse, como a mi sobrina. “María, ¿llegaré a tiempo? Aguanta, mi niña”, pensé por un instante. Recordaba vagamente sus atuendos estrafalarios, sus representaciones sin sentido, al menos para mí, pero que me divertían sobremanera. Siempre andaba buscando nuevos disfraces para su puesta en escena. Todo nos servía, las toallas, las sábanas, la falda y los zapatos de mamá, las corbatas y la chaqueta de mi padre, el bastón del abuelo, los collares de la yaya, la escoba, la fregona, el gorro de paja de las fiestas del pueblo … Y el momento más feliz para Zaqueo era cuando nos sumergíamos en las reliquias del trastero.
Necesitaba ahondar en mis recuerdos, no en vano había transcurrido más de veinte años desde mis juegos con Zaqueo. Ahora comprendía que todos aquellos personajes que Zaqueo y yo interpretábamos no eran más que recreaciones del pasado, de su presente en otro siglo distante. Era un espíritu atormentado como el de Catalina. Confiaba en que si resolvía aquel rompecabezas aliviaría sus almas y salvaría a nuestra familia.
Tras el encontronazo con Catalina, me refugié en casa apuntando todo lo que rememoraba de mi niñez. Con María por desgracia no podía contar, pero tras sopesarlo unas cuantas veces llamé a mi hermana Isabel.
- “Dime que sigue viva”- deseé sin preguntárselo - Isabel … - titubeé - Sé que te parecerá una locura, pero necesito que recuerdes todo lo que puedas acerca de los juegos de María, de sus disfraces, cualquier detalle que se te ocurra por absurdo que te parezca. - Imaginaba la cara perpleja de mi hermana al otro lado del teléfono- Confía en mí.
Pasé el día entero y la noche en vela juntando toda la información que me venía a la mente y la que me proporcionaba Isabel en cada llamada. Mantuvimos una continua comunicación durante todas esas horas.
Despuntaba el alba de un nuevo día y mi cara amaneció pegada a los folios desparramados por la mesa del salón. Me froté los ojos, y tras un café que me devolvió al mundo real, una mueca de satisfacción asomó a mi cara. En el breve intervalo en que me venció el sueño, volvieron a visitarme los protagonistas de la pesadilla de noches anteriores. Ellos terminaron por encajar todas las piezas.
Tenía ante mí la solución al enigma.
Necesitaba ahondar en mis recuerdos, no en vano había transcurrido más de veinte años desde mis juegos con Zaqueo. Ahora comprendía que todos aquellos personajes que Zaqueo y yo interpretábamos no eran más que recreaciones del pasado, de su presente en otro siglo distante. Era un espíritu atormentado como el de Catalina. Confiaba en que si resolvía aquel rompecabezas aliviaría sus almas y salvaría a nuestra familia.
Tras el encontronazo con Catalina, me refugié en casa apuntando todo lo que rememoraba de mi niñez. Con María por desgracia no podía contar, pero tras sopesarlo unas cuantas veces llamé a mi hermana Isabel.
- “Dime que sigue viva”- deseé sin preguntárselo - Isabel … - titubeé - Sé que te parecerá una locura, pero necesito que recuerdes todo lo que puedas acerca de los juegos de María, de sus disfraces, cualquier detalle que se te ocurra por absurdo que te parezca. - Imaginaba la cara perpleja de mi hermana al otro lado del teléfono- Confía en mí.
Pasé el día entero y la noche en vela juntando toda la información que me venía a la mente y la que me proporcionaba Isabel en cada llamada. Mantuvimos una continua comunicación durante todas esas horas.
Despuntaba el alba de un nuevo día y mi cara amaneció pegada a los folios desparramados por la mesa del salón. Me froté los ojos, y tras un café que me devolvió al mundo real, una mueca de satisfacción asomó a mi cara. En el breve intervalo en que me venció el sueño, volvieron a visitarme los protagonistas de la pesadilla de noches anteriores. Ellos terminaron por encajar todas las piezas.
Tenía ante mí la solución al enigma.
Tomé el siguiente autobús, convencido de que Catalina sería fiel a la cita. Rompiendo la rutina de nuestros encuentros, fui yo quien comenzó la narración.
ResponderEliminar- La pequeña fue entregada a una familia acomodada de la villa, tal y como escenificaba Zaqueo enjoyado con los collares de la abuela. Zaqueo se refería a ella como Rebeca, cuando disfrazaba a María con trapos sueltos cual atuendos de recién nacido. Algo se complicó con el tiempo, cuando el noble cofrade advirtió en la niña la acentuación de rasgos moriscos. Se sintió engañado por Proaza y le reclamó el dinero entregado. Este se negó y el aristócrata retiró su apoyo al doctor, arrastrando al resto de la nobleza. La reputación de Proaza se fue minando, obstaculizando sus aspiraciones de notoriedad y grandeza.
Proaza se vengó raptando al hijo del ilustre caballero. Recuerdo a Zaqueo dibujándose un bigote, al tiempo que yo me descubría el pecho. Zaqueo enarbolaba un bisturí en la mano, que posaba a continuación en mi abdomen.- Noté que mi voz se quebraba.
- Antes de sentir la fría hoja sobre mi cuerpo,-continué- Zaqueo se giraba y gritaba a una presencia que bajaba por las escaleras. “Sara”, la llamaba, a la que conminaba a abandonar el sótano. La evocaba como una niña de corta edad, de rizos dorados, con una mancha púrpura en la barbilla.
Catalina se estremeció en su asiento y un vistazo a su tembloroso mentón fue la confirmación de que había llegado a la conclusión de la historia.
- Aquella niña era Sara Proaza, la hija del galeno … la supuesta hija de Proaza. En realidad se trataba de María, la primogénita de Guzmán y de vos, Catalina. Proaza ofreció al noble a su propia hija, quizás buscando purificar su estirpe, quizás enajenado.
Catalina apenas reaccionaba ante la revelación y el tiempo corría en mi contra.
- Muchas niñas murieron por una maldición sin sentido. No permita que se repita, salve a María.
…
Cualquier autobús urbano tiene algo de siniestro un domingo a la hora de comer. Ningún pasajero apareció en el trayecto a casa de mis padres. Allí jugueteaba María con sus muñecas. Hace varias semanas que ya no pregunta por Zaqueo. Mi hermana Isabel anda enfrascada en su cuaderno genealógico, indagando los antepasados de Guzmán de Cantalapiedra en el siglo XV. Y yo …
Yo los domingos aún me estremezco al cruzar la Esgueva.
La sensación de alivio que recorrió mi cuerpo no podía ser, aun así, plena ni definitiva. El puzle encajaba, era cierto, pero lo hacía, de momento, tan solo en mi cabeza. Hasta que no comprobara que mi suposición era cierta y que eso servía para proteger a mi sobrina, aquello no serviría de nada.
ResponderEliminarDe lo que no tenía ninguna duda, claro, era del hecho de que el Zaqueo de mi infancia y el que ahora perseguía a María en sus ensoñaciones de niña era el mismo crío que, varios siglos antes, ejerció de falso hermano de la niña perdida de Catalina.
Sentado junto a la cama en la que la pequeña luchaba contra su repentina enfermedad me concentré en que mis palabras le llegaran con absoluta claridad. Había convencido a sus padres de que me dejaran unos minutos a solas con ella. Sospechaba que, de esta forma, Zaqueo no encontraría problemas para salir a nuestro encuentro. Aunque todo aquello, visto con la distancia que únicamente el tiempo es capaz de proporcionar, parezca ahora una locura, o una estupidez, o una temeridad impropia de alguien que presume de poseer una racionalidad extrema. Lo cierto es que, no sabía por qué, confiaba en que nuestro amigo ‘invisible’ apareciera para poner orden todo ese caos que aquel primer encuentro en el autobús, hacía como un millón de años, había iniciado.
En el bolsillo guardaba la pieza del tesoro que había pasado a través de las generaciones de mi familia durante generaciones. Esos días había vuelto a recordar cómo, en compañía de Zaqueo, registraba hasta el último rincón de cada habitación en busca, creía yo, de ropas con las que convertirnos en otros. No era eso lo que mi amigo quería claro. Para cualquiera no sería más que un trozo de metal, pero para él representaba mucho más, el vínculo con un tiempo del que no había podido escapar durante todos estos años y que debería poner fin a esa pesadilla.
María abrió los ojos y esbozó una raquítica sonrisa que era, pese a todo, el primer síntoma que me aliviaba la desazón que me comía las entrañas. Giré la cabeza para observar qué era lo que había provocado esa sensación en mi sobrina y allí estaba. Veinte años después pero con el mismo aspecto que yo recordaba.
-Zaqueo –dejé resbalar por mi garganta–, me alegro de volver a verte…
Zaqueo, con sus disfraces y representaciones, me había estado mostrando el camino durante toda mi infancia. La historia de Catalina me ayudo a interpretar sus pantomimas, de la misma manera que el conocimiento previo de los pormenores del cielo católico apostólico romano ayuda a entender la escritura en piedra de las arquivoltas de un templo. Pero esas figuras talladas en mi memoria, muy erosionadas, necesitaron de la restauración de algunos detalles, y esa labor llegó vía los juegos de mi sobrina con Zaqueo. Cuando comprendí de qué modo encajaba cada pieza de aquel puzle no pude por menos que sonreír.
ResponderEliminarLos documentos del cuaderno de Isabel, más la información que yo mismo había ido recopilando en Internet, me dieron la clave de todo aquello. De la rara enfermedad que había asolado Valladolid en la segunda mitad del siglo XVI, culpable, en parte, de la huida masiva de habitantes. Fue ella, y no el traslado de la Corte a Madrid, como se hizo creer con una tendenciosa reescritura de la historia omitiendo ciertos detalles. Las autoridades se empeñaron en ocultar lo evidente para evitar el desastre económico y demográfico de la hasta entonces capital del Reino, aunque sin mucho éxito.
Poco se sabía de aquella especie de virus que, al aparecer, pasaba de generación en generación vía genes. En la causa de todas aquellas muertes tempranas en la saga familiar aparecía, simplemente, "fiebres", y eso cuando mi hermana había podido encontrar esos documentos. Uno de ellos, el primero, lo firmaba Proaza, nombre que me causó tal impresión al verlo por primera vez en su cuaderno.
Pero Zaqueo me había dado el nombre. Era tan evidente que me sorprendía no haberlo visto antes. Cuando se lo mencioné a los médicos que atendían a mi sobrina una expresión de sorpresa, primero, y de esperanza, después, de dibujó en sus caras. Había solución. Sería la última niña de la saga en morir así y, con ello, también podría descansar Catalina, que al fin podría ver crecer a una 'hija' suya.
Vino a mi mente la imagen de una clásica escena familiar. Un matrimonio con un bebé en brazos mostrándoselo a un niño de unos ocho años, que yo sabía muy bien que era mi pequeño amigo Zaqueo.
ResponderEliminarRecordé como en mis sueños esa misma familia aparecía, primero sumida en una feliz rutina, pero poco a poco sus rostros se iban angustiando más y más, como si presintieran que un terrible suceso estaba a punto de ocurrir.
En mis sueños veía como la familia de Zaqueo pasaba las horas en el salón, de día y de noche, como si hubieran perdido la noción del tiempo, y en el punto más álgido de mis pesadillas, cuando las caras de la familia de Zaqueo parecían casi desfiguradas, encontré la solución al tormento de Catalina. Una trágica solución.
Catalina, destrozada por el rapto de su hija, había conseguido dar finalmente con la familia de Zaqueo. Sedienta de venganza hacia aquella familia y dispuesta a recuperar a su hija Catalina comenzó a acosar a los que ahora eran los padres adoptivos de su pequeña.
Primero sólo eran notas amenazantes pero finalmente, desesperada, Catalina irrumpió, armada con un cuchillo en casa de Zaqueo, cuando este se encontraba solo en el su habitación con su hermana pequeña en brazos.
La mujer amenazó al niño que no estaba dispuesto a soltar a su hermana y en un arranque de irá Catalina clavó al pequeño el cuchillo, produciéndole una herida mortal justo en el momento en que el padre de Zaqueo entraba en la habitación.
Sin pensárselo dos veces el hombre propinó a Catalina un golpe en la cabeza con una de las sillas de la habitación que acabo con la mujer.
Por miedo a un escándalo, el cuerpo de Catalina fue enterrado en un descampado a las afueras de la ciudad. En mi sueño pude ver como el espíritu de la mujer, presa todavía de la locura, pedía a gritos que lo sepultaran bajo tierra Santa para poder encontrar la paz.
Ahora el espíritu de Catalina vive atormentado, sin descansar en campo santo vaga por la ciudad en busca de su hija, o de los sus descendientes. La única forma de salvar a María es encontrar el cuerpo de Catalina y darle sepultura para que por fin pueda descansar en paz. El destino de mi sobrina está en mis manos.
En un momento de sosiego, que apenas duró unos pocos minutos, mi cuerpo pidió desesperadamente respirar de manera profunda. Era demasiada la presión y tenía que contenerme porque igual no era tal la solución que creía tener, eran sueños y por muy reales que pudieran parecer no podían ser parte de la vida real, yo mismo podía estar imaginándome todo. La calma desapareció rápidamente y ya no dejaba de especular y preguntarme a mi mismo de todo.
ResponderEliminar- Pero lo de mi hermana, lo de mi sobrina María, eso no es coincidencia, qué estaré pensando, todavía dudando, soy estúpido o qué.
- Zaqueo, no puede ser, no puede ser un fantasma. No puede ser que venga a buscar a su hermanita, ha estado viniendo de generación en generación de mi familia buscándola, y sólo busca a María, las otras no lo eran, no se llamaban así. Pero no debe saberlo todavía, debo decírselo para salvarla, pero cómo convencerlo o hacer para que la deje aquí con nosotros. Y si no es eso.
Y decidí salir rápidamente de casa, sabía cómo hacerlo, no importase lo que fuese, debía jugar con mi hermana y Zaqueo a los disfraces, donde más le gustaba, en el trastero y ahí….
- Pero que locura estoy diciendo cómo voy a matar a un no sé qué invisible. Bueno algo se me ocurrirá con Isabel.
Tomé un taxi, no quería encontrarme con Catalina en el bus, con la desaparición de Zaqueo estaba seguro desaparecerían todos los personajes de esta penosa historia. Al llegar a la casa de mi hermana no había nadie, la llamé a su móvil pero no me respondía y le dejé un mensaje urgente para que nos viéramos. Finalmente cogí rápido otro taxi para ir donde imaginé que muy seguramente estaría.
Al llegar al hospital, casi sin aire en los pulmones por las carreras, encuentro a mi hermana y a su hija jugando en la habitación con el amigo invisible Zaqueo.
- Zaqueo viene a despedirse tío, que bueno que llegaste a tiempo para despedirte tu también de él. Dice que me quiere mucho y que me recordará siempre, toda la vida, yo a él también.
Mi hermana me hace una señal para que no diga nada y me dice que me tranquilice que todo está bien.
Yo no estaba del todo convencido.