Una vez más, el móvil volvió a sonar. Aún sin responder, podía adivinar que se trataba de aquel hombre que había estado jugando conmigo. Aquello era lo único que no encajaba en el puzzle. Todas las pistas señalaban a Clara como única culpable pero en cambio la voz que me devolvía el hilo telefónico no era la de una mujer.
Desconcertado y con las manos temblorosas, no acertaba a coger el teléfono. Tras varios intentos, pude sacarlo del bolsillo de la chaqueta y respondí la llamada.
-Enhorabuena Javier, ¿ya has adivinado quién soy? Aunque eso ya no importa, ¿verdad? –dijo con cierta ironía, sabiendo que mi vida pendía de sus manos-. Debes darte prisa si quieres seguir con vida. Ya has comenzado a sentir que tu cuerpo no responde todo lo bien que debería responder, tu visión comenzará a fallar si no lo ha hecho ya y tus extremidades terminarán paralizándose por completo hasta que ya no quede nada de ti.
Mientras oía sus palabras, empezaba a notar mi visión borrosa y aquello me asustó aún más. La justicia había tardado casi veinte años en llegar para mí pero hoy iba a cobrar todos mis pecados juntos y de golpe. Una mano invisible iba a ser la encargada de ser juez, jurado y también verdugo sin necesidad de mancharse.
Lamenté por enésima vez la estúpida pelea con Daniel que nos había causado a todos tanto dolor. Yo había tardado poco tiempo en pasar página, sin embargo, para el resto de gente su recuerdo permanecería vivo como el primer día. Entonces pensé que al igual que él, no podría despedirme de mi familia. Que jamás volvería a verlos.
Sentí como mi corazón se encogía dentro de mi pecho. No sabía si tenía algo que ver con el agua ingerida o si se trataba del sentimiento de culpabilidad que me inundaba. Mi propia estupidez había puesto en peligro la vida de Hugo. Lo único que temía más que perder mi propia vida era saber que mi hijo estaba en manos de aquel chiflado sediento de venganza.
El móvil seguía reproduciendo la voz de aquel condenado pero yo hacía rato que había perdido la conciencia. Mi mano había cedido ante la gravedad como un peso muerto y el teléfono se había deslizado de entre mis dedos hasta el suelo. Mi cabeza, abotargada, cayó sobre el respaldo del coche hasta que quedé finalmente inconsciente.
Me moooola, cómo sigue?
ResponderEliminarEstamos esperando el final de Mara Torres. ¡César Pérez Gellida nos ha dicho esta tarde que quiere recuperar a su hijo! :)
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