viernes, 28 de marzo de 2014

La voz de Valeria continuaba sonando al otro lado de la puerta.

—No te preocupes Valeria, mi hija y yo estamos teniendo una conversación familiar. ¿Qué tal si vas a preparar unas tostadas?

—Muy bien señora. Si pasa algo o necesitan alguna cosa, ya sabe que puede confiar en mí.

—Muchas gracias. Con las tostadas será suficiente.

Los pasos del ama de llaves se fueron diluyendo hasta que el silencio se hizo dueño del momento.

—Parece que estamos solas, aunque no creo que por mucho tiempo. ¿Vas a contestar a mi pregunta?

—Hay dos carpetas. La primera son fotos de Carlos con sus amantes, por lo menos con las que he localizado. Estará a punto de llegarle el e-mail que dejé programado antes de salir. Esto de haber crecido con obsesivos alrededor ha servido para algo. Le expongo las condiciones del divorcio si no quiere que salgan a la luz. Y créeme, no le interesa. Algunas de esas mujeres son esposas de personas influyentes.

Mi madre dejó su labor durante un instante al escuchar aquellas palabras.

—¿Vas a divorciarte de Carlos?

—¿No has oído nada de lo que te he contado? ¡Tengo más cuernos que una manada de reses bravas!

—En fin, no hay tiempo para hablar bien de este tema—dijo, mientras volvía a su labor.—¿Y la segunda carpeta?

—Esa información confío en no tener que utilizarla, aunque creo que te harás una idea de por dónde van los tiros. Sí, madre, cómo ya imaginarás esa carpeta contiene…

El chirrido de un compartimento que se abría después de un largo tiempo aletargado me interrumpió.

—¡Aquí está!

Mi madre sacó de aquel rincón oculto un medallón grande de color pajizo con piedras incrustadas rojas y azules. Sopló sobre él para arrastrar los vestigios del tiempo convertidos en polvo y después comenzó a frotarlo y moverlo de forma extraña, como si fuera un puzle.

—Creo que empiezo a entenderte—dije yo, convencida de que mi progenitora estaba mal de la cabeza—. Los que me han escuchado son fantasmas y ese amuleto nos protegerá de ellos.

—¡No digas sandeces! ¡El peligro es de carne y hueso! Este medallón es hueco por dentro y tiene un mecanismo especial. Lo que me interesa está en el interior.

Los dedos de mi madre se movían raudos y elegantes al mismo tiempo. Me di cuenta de que siempre tuvo unas manos cuidadas y maravillosas, porque decía que se podía conocer a cualquiera a través de ellas. De repente se oyó un clic y aquel objeto se abrió dejando al descubierto su secreto.
Autor REDLATO CULTURATIC-FLV Fecha 14:13 1 comentario

1 comentario:

  1. Se le iluminaron los ojos como jamás los había visto, y toda ella pareció de repente albergar una energía que la rejuvenecía en extremo.

    Metió el medallón y su contenido en un bolso y me miró decidida y fijamente.

    - Vale hija, sé lo de la segunda carpeta, y ellos sabrán pronto que la tienes. Por eso tenemos que marcharnos. Lo de las amantes de tu marido no es más que una tontería. ¿O es que crees que tu padre no las tenía a capazos? No eres la primera de la estirpe.

    Por mi expresión debió darse cuenta de que no estaba asumiendo nada, y decidió tomar las riendas en solitario.

    - Alba, hazme caso, llevo toda la vida protegiéndote aunque no lo hayas podido intuir. No te lo puse fácil, pero ahora ya estamos en peligro las dos. Esta casa no ha sido nunca lo que tú creías.

    Me convenció de que bajaríamos a desayunar y que cuando Valeria no pudiera vernos ni oírnos, nos iríamos rápidamente a mi coche y huiríamos.

    No podía creer lo que me estaba pasando, había ido a ajustar cuentas con mi pasado y ahora era este el que se hacía presente con matices que no conseguía comprender. Esta no era mi madre, por lo menos la que yo recordaba. Sentía su cariño por primera vez en mi vida, y resultaba tan agradable que no podía por menos que aceptarlo y seguir sus instrucciones.

    - ¿Vas a confiar en mí? –me dijo con una dulzura desconocida.

    - Lo haré –le dije- aunque no entiendo por qué tenemos que escondernos de una empleada como Valeria.

    - Porque ella no es lo que tú crees, sino la guardiana del Refugio. Los ojos y los oídos más peligrosos para nosotras en estos momentos.

    Sinceramente, no entendía nada, pero decidí convertirme en una marioneta en manos de mi nueva madre.

    -Bajemos a desayunar tranquilamente – me dijo mientras me cogía del brazo.

    Ya en el salón, Valeria nos sirvió tostadas, café y zumo de naranja con la amabilidad que yo recordaba de ella.

    - Si no necesitan nada más voy a hacer la habitación –se excusó Valeria.

    - No, nada –dijo mi madre-, pero cuando acabes ven para hablar de la comida, Alba se queda a comer.
    En cuanto le pareció el momento, mi madre se puso en acción.

    -¡Ahora! ¡Vámonos!

    Corría tanto que casi me costaba seguirla.

    Ya en el coche me instó a arrancar como el rayo y me dijo que mirara a la ventana de su habitación.

    Allí estaba, observando nuestra huida. La expresión de su rostro me resultó escalofriante.

    Cuando el estrés respiratorio me lo permitió, pude preguntar: ¿a dónde vamos?

    -Donde nos indica lo que estaba en el medallón. El único lugar seguro para las mujeres de nuestra familia. Un legado que hasta ahora no había sido necesario, pero que tu has hecho útil e imprescindible.

    Tras un breve silencio, añadió: yo tenía la estúpida esperanza de que a Carlos no lo captarían.

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